Emociones

Emociones

El único motor comercial.

La revolución digital cambió nuestras vidas: todas nuestras acciones están atravesadas por herramientas que nos facilitan (entre comillas) la existencia. Desde lo más simple a operaciones complejas, para todo tenemos una aplicación a mano y, si no existe, está por inventarse. En la columna de hoy rescato a la emoción como motor inalterable de todas nuestras acciones. 

Ya no usamos nuestra memoria para calendarizar la semana, ahora tenemos una agenda digital. Si tenemos que hacer un cálculo, tenemos el celular a mano; y es obvio que no recordamos cómo hacer una división compleja con lápiz y papel, una operación que quedó obsoleta. Compramos a un clic, hablamos por chat y aprendemos a distancia, sin contacto con el otro. 

Buscamos relaciones por Instagram, una aventura por Tinder ¿Los chicos? Juegan al fútbol en la play, conectados todo el día. Ya casi no leemos porque alguien lo hace por nosotros y tenemos resúmenes grabados en podcast. En el camino se va perdiendo la esencia en pos de una dinámica veloz y en apariencia efectiva. 

Todo parece haberse transformado, pero en el fondo estamos olvidando desarrollar una de las habilidades más importantes: la emocional. Porque hasta que algo me demuestre lo contrario, la tecnología sigue siendo un medio y no un fin en sí mismo. 

Nos siguen motivando las mismas cosas: el amor, el aprendizaje, la conexión, las nuevas experiencias, el reconocimiento y las relaciones humanas. Nos movilizan las necesidades, pero sobre todo los deseos.

Solo cambió la forma, pero el fondo sigue intacto y es por eso que no debemos descuidar el ejercicio de un músculo que lo administra todo. Porque en el fondo, detrás de la herramienta, seguimos estando nosotros como personas que debemos administrar situaciones, vincularnos, relacionarnos, amar, negociar, comprar, vender, trabajar en equipo, conversar, abrazar, saludar, hablar. 
Se trata de eso, de no olvidar que la aplicación más importante que tenemos en nuestra caja de herramientas es la emoción como motor inalterable de todas nuestras acciones. Mirar a los ojos, entender a las personas, sus motivaciones e intereses.
Por ahora sigo pensando que debemos apelar siempre a lo emocional como la madre de todas las inteligencias.<

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